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sábado, 27 de agosto de 2011

A PROPÓSITO DE ARGENTINA, SICOLOGÍA, VIAJES, PERCEPCIONES, PERSPECTIVAS Y ESPAÑOLES

En este momento estoy leyendo “La aventura de viajar” de Javier Reverte. El autor español, ejerció la profesión de periodista, corresponsal y otros cargos del rubro durante 30 años para luego dedicarse a tiempo completo a viajar (suerte para él) y a escribir esos viajes (suerte para nosotros… o al menos para mí). 

De una manera sincera, haciendo gala de un estilo llano y directo, Reverte cuenta sus anécdotas así como las vicisitudes de vivir de la pluma. Para ser sincero, antes de empezar el libro no sabía nada del autor. La verdad es que en algún lugar que no recuerdo, alguna persona que tampoco recuerdo, me lo sugirió. Gracias a las bondades de la red y a algún que otro conocimiento técnico del que me jacto de tener, mi teléfono cuenta con una modesta colección de libros que me acompañan las 24 horas. Hace unos días agregue el arriba mencionado. 

 Quizás lo único que le puedo observar a este libro es la falta de hilo conductor. El autor de repente te está contando como hizo un reportaje sobre las geishas en Japón y luego volteas la pagina y pasa a contarte como cubrió la guerra de Yugoslavia en el 91. Así que acá estoy, leyendo sobre uno de esos temas y llego a un punto y aparte… Lo que le seguía a ese punto lo transcribo textual… Bueno, quite la palabra “los” entre “quedamos” y “segundo”  de la ultima frase del texto… pero solo porque entiendo que mis conocimientos del español argentino son mas acertados que la memoria del respetado autor. Por demás, cada punto y coma… 

Que lo disfruten…

…Otro de aquellos viajes que llevé a cabo trabajando para televisión fue a Argentina. Era el año 1990, el país llevaba un año gobernado por Carlos Saúl Menem y acababa de entrar en bancarrota. El descontento social era enorme, no sólo por el empobrecimiento que atenazaba a la mayor parte de la población, sino también porque Menem había decidido amnistiar a los militares responsables de  la sangrienta dictadura argentina, entre ellos al general Galtieri, jefe del ejército durante la guerra de las Malvinas, y al general Videla, el más importante asesino de la Junta Militar, instigador de miles de crímenes y desapariciones. 

El cameraman que me acompañaba era mister War, el mismo que viajaría conmigo unos meses después a las Malvinas y sobre el que ya he hablado antes. En cuanto al ayudante, era un chaval alegre y eficaz que se llamaba Valentín López. Pese a mister War, el trabajo fue más o menos bien. Incluso puede decirse que tuvimos un viaje afortunado, pues la crisis financiera había revalorizado nuestros dólares de tal manera que podíamos comer en los restaurantes de mayor calidad y lujo de Buenos Aires por el equivalente a tres euros de hoy y sin privarnos de nada. 

Creo que el de Argentina fue el mejor reportaje que he hecho en mi vida para televisión, porque reunía actualidad, historia, crítica social, vida y humor. Y porque elegí un tema central para tratar de explicar la situación que vivía el país: el psicoanálisis. Lo llamé «Argentina en el diván». 

Se dice que, después de Nueva York, Buenos Aires es la ciudad del mundo que cuenta con un mayor número de psicoanalistas, y en  aquellos días, se calculaba que había uno por cada doscientos porteños. En una céntrica plaza de la ciudad, se alzaba, y supongo que todavía se alza, una enorme estatua réplica exacta de El pensador, de Rodin. Y en el elegante barrio de Palermo, abundaban los bares, cafeterías y confiterías con los nombres de psiconalistas famosos: «Café Sigmund. Infusiones y mate», recuerdo que era el nombre de uno de ellos. En 1990, estudiaban psicoanálisis en la universidad de la capital nueve mil jóvenes, distribuidos en las diversas escuelas del pensamiento psicoanalítico: principalmente las clásicas de Freud, Jung y Lacan, más la del argentino Enrique Pichón Riviére. 

En un país con la renta per cápita «decapitada», como ironizaban los periódicos, y una deuda exterior de setecientos mil millones de dólares, tan sólo los psicoanalistas hacían su agosto, pues uno de cada cuatro habitantes de Buenos Aires, por referirnos tan sólo a la capital, pasaba por sus divanes. Había especialistas en problemas laborales, matrimoniales y sexuales. Incluso en niños maltratados por sus madres, madres maltratadas por sus maridos, maridos maltratados por la empresa, empresarios maltratados por los bancos y banqueros maltratados por las decisiones del Gobierno; y supongo que también para ministros maltratados por  la prensa, periodistas maltratados por los directores de sus periódicos y directores maltratados por sus empresarios. 

Por supuesto que existían gabinetes dedicados a las madres de los desaparecidos en la dictadura, otros para torturadores arrepentidos  e, incluso, para excombatientes derrotados en la guerra de las Malvinas. El escenario curativo iba desde el diván tradicional de Freud hasta el psicodrama inventado  por Pichón Riviére. La obra de teatro de más éxito en Buenos Aires, por aquellos días, era una comedia sobre Sigmund Freud y una famosa paciente. 

Todo el tejido social y cultural estaba impregnado  por el psicoanálisis. Como me explicó un periodista bonaerense: «Cuando un niño carece de caprichos, no se dice que es poco caprichoso, sino que tiene un carácter regresivo. El del psicoanálisis se ha hecho ya un lenguaje de la calle». 

Desde 1990, Argentina ha pasado por nuevas esperanzas, nuevos Gobiernos y nuevas crisis. Cuando lo dejé, era un país desanimado, abrumado por la fatiga y la escasez, desprovisto de la prepotencia y desfachatez que se  atribuye a sus habitantes. No sé cómo será quince años después, pero por aquel tiempo comenzaba a aprender a reírse de sí mismo. Y ya se sabe que, si uno aprende ese arte incomparable, tiene material para reírse toda la vida. 

Recuerdo, por ejemplo, que un chiste publicado en prensa por aquellos días atribuía a un general de la antigua dictadura, con motivo del octavo aniversario de la derrota en la guerra de las Malvinas, la siguiente frase: «Che, después de todo no estuvo tan mal: quedamos segundos».


2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente análisis de este gran periodista y escritor, no sabía de este libro, trataré de conseguirlo

Jorge Piaggio

Anne dijo...

ufff se me cae la baba

Me encantó el análisis que hizo. Copy paste a mis archivos.

Gracias por compartirlo!!