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sábado, 21 de mayo de 2011

Tailandia, Bangkok. De cucarachas, Grillos e imitaciones. “Same Same… but different”

Vuelo desde Londres. Aeropuerto de Bangkok a las 4 de la tarde. Estimado Sudaca, al entrar en Tailandia usted deberá demostrar que está vacunado contra la fiebre amarilla. Pensé que era una normativa de aplicación general pero resulta que los colegas que conocerían luego (De España, Inglaterra y Australia) no deben cumplir con la vacunación. Esto me dejo pensando en lo siguiente: ¿Quien se está protegiendo de quien? Me sentí un poco discriminado… en fin.

Cumplo con la burocracia necesaria, cambio 100 dólares, me subo a un bondi y después de 45 minutos doy con el hostel. El vuelo no estuvo tan mal, dormí casi todo el viaje, pero tengo un dolor de garganta que me jode desde hace 3 días. El plan es comer algo y meterme en la cama. Bajo al bar me pido una cerveza y los planes se derrumban. Todavía sigo con la hora europea pero en Bangkok ya son las 11 de la noche y el clima pide fiesta…

-        _  Hi! Where are you from?
-        _  Hi! Bautista from Argentina.
-        _  Ostia colega! Nosotros somos de Valencia.

Estoy relatando esto casi tres semanas después de ocurrido. Las aventuras con los amigos Valencianos Eugenio, Raúl y Carlos son dignas de un Post… Bangkok puso lo suyo también.

Charlas, cervezas y cigarros después; nos subimos a un Tuk-Tuk. Este medio de transporte merece un párrafo aparte el cual me voy a tomar tranquilamente para explicarlo. Resulta que el Tuk-Tuk es una mezcla de moto y carro. El conductor tailandés de turno se sienta adelante (en lo que sería la moto) y atrás tienen un asiento de no más de 30 centímetros de alto y un metro veinte de ancho en el cual se sientan los pasajeros (en lo que sería el carro). Los conductores no tienen ningún reparo en subir a cuantos valientes se atrevan a tomar el Tuk-Tuk. En este caso éramos cinco; los tres valencianos, yo y alguien más que no recuerdo pero que no tienen ningún papel interesante en la historia (sino lo recordaría).  

Llegamos a destino en el Tuk-Tuk, pagamos el precio acordado (tienen la ventaja de que como se arregla antes de salir, no te pueden cagar) y nos bajamos…

Resulta que Tailandia es la reina de las imitaciones, a un nivel que no me lo van a creer. Prosigo…
Caminamos por una especie de feria y miramos los negocios. 

Imitación N° 1: Paramos en un negocio que vendía camisetas de futbol y otros deportes. Por unos 500 Baths (12 Euros de moneda local) me compro una camiseta de los All Blacks. Por favor no subestimen a este viajero, se con certeza que no es original, pero el parecido es impresionante. Eugenio compra 5 camisetas de diferentes equipos europeos y consigue una rebaja importante. Tambien son truchas pero tienen hasta el holograma de Adidas a un costado. Es mas alguien nos diría luego que muchas de las camisteas que venden son de hecho originales conseguidas haciendo un pequeño arreglo con piratas del asfalto (atracadores de camiones).

Entonces… Same Same, But different.

Imitacion N° 2: Caminando por Kao San Road, calle conocida por ser el reducto de mochileros en Bangkok, encontramos un “Manta” que vendía identificaciones y demás acreditaciones “home made”… Los españoles deciden comprar la identificación de prensa internacional. Tienen el dato de que con dicha tarjeta pueden entrar gratis a los partidos del Valencia (o cualquier otro) haciéndose pasar por empleados de algún medio de comunicación. Asi que por la módica suma de 200 Baths (5 euros) se convierten en Periodistas Free lance. El peregrino también se hace un curso rápido de patrón de embarcaciones a vela y motor. Había un titulo en Letras de la universidad de Oxford que hubiese colgado gustoso en mi estudio, pero me pareció un poco inverosímil.

Entonces… Same Same, but different.

Imitacion N°3: (En otro momento, en otro lugar) Salimos de un boliche en el estado en el que uno sale de un boliche. Los cuatro caminando por la calle en busca de un Tuk-Tuk. Uno de los españoles, que para proteger su identidad de aquí en adelante lo llamaré “Thundercat”, iba un poco rezagado… unos 20 metros (el sobrenombre es estúpido pero, como todos los sobrenombres, tiene una lógica)

Resulta que cuando los otros 3 miembros del grupo voltearon para ver si “Thundercat” les seguía los pasos, lo vieron caminando muy contento de la mano de lo que parecía ser una tandailecita, alta y flaquita. 

_ Mira Mira a Raul!!!!… digo, Thundercat… se lió con una!

Despues de esa frase, como un rayo la misma advertencia nos vino a la cabeza a los 3. Fue mas o menos como cuando eras pendejo y te estabas cagando de frio en algún lugar y te acordabas de tu vieja que te había dicho “llevate abrigo”… o cuando estabas en el baul de un auto y te acordaste de tu vieja que te había dicho “no hables con extraños”… bueno lo mismo. Eugenio, Carlos y yo dijimos la misma palabra casi al unísono:

_ Ladyboy!!!!

Resulta que el poder de imitación de Tailandia no tiene límites, esta tan pulida la técnica que han tenido la capacidad de imitar la fisonomía femenina casi a la perfección. En este caso tomando como materia prima a un tailandés que probablemente había sido bautizado con el nombre de Ramón (si es que el budismo tiene algo similar al bautismo y si es que Ramón es un nombre en Tailandia… dudo de ambas cosas)

Cuestión que aquí estamos los Españoles y yo, descostillándonos de la risa viendo como Thundercat pasea por la calle DE LA MANO con “Ramon devenido en Jazmin”. Luego de reírnos por 2 o 3 cuadras, alguno de los tres (100% seguro que no fui yo) tiene la delicadeza de hacerle notar a Thundercat, la tremenda nuez de Adán que se mueve de arriba abajo en el cuello de Jazmin.

Hay amigos, si no nos habíamos mofado ya lo suficiente, este momento fue para perder un órgano vital en un espasmo de risa… la cara de Thundercat se transformó en una fracción de segundo, se soltó de la mano de Ramon devenido en Jazmin, y empezó a tartamudear hasta poder articular esta frase:

_ Are you a Lady boy?

A lo que Jazmín respondió:

_No!!!!

Más risas nuestras y Thundercat encolerizado. Nos costó deshacernos de Jazmin, que ya le había tomado cariño a Thundercat y estaba dispuesta/o a convencerlo de que no era un Lady boy, o por lo menos a hacer que a Thundercat no le importe.

Entonces... Same, Same... But Different!

Nuevamente solos, un poco menos borrachos, un poco mas felices, un poco menos de dinero, un poco mas de fiesta…. Llegamos al hostel. El día siguiente me depararía:
  • Comerme un grillo (o langosta). Para mí por el tamaño era una langosta pero los Españoles aseguran que el Tailandecito que me la vendió, mientras me la daba, decía “Grass Hoper, Grass Hoper”.- 
  • Meter las pies en una pecera gigante llena de pececitos cagados de hambre que te comen la piel muerta. 
  • Presenciar un “pingpong show”. Esto es imposible de relatar en viajero, excede todos los cánones de moral y buenas costumbres. Quien quiera saber de qué se trata envíeme un mail y estaré encantado e relatarle el espectáculo más grosero e impresionante de Bangkok.
Mientras tanto, y para darle un poco de valor educacional a estas pequeñas anécdotas de viaje, les dejo una enseñanza a mis hermanitos, en quienes pienso todo el tiempo: 

“El mundo es enorme, impresionante, raro y muchas veces loco. Cosas que nos parecen inverosímiles de acuerdo a nuestra mentalidad y cultura, resultan ser moneda corriente en otros lugares. Un Tailandés debe experimentar la misma sensación que experimenté yo al comer un grillo, si le damos las achuras de una buena parrillada argentina. A fin de cuentas todo se reduce a vivir las experiencias dejando los prejuicios de lado”.-

Saludos…

P.S.: También vi 5 personas (ningún niño) en una scooter, pero después de lo relatado, no me pareció tan impresionante… sabrán entender…






Algunas fotos:

Para que despues no digan que miento... otra foto de mis pies en una situacion particular

Gillo bionico o Langosta?

Tuktuk en accion

Eugenio le pago unos Euros al conductor para que lo deje manejarlo unas cuadras

Thundercat, yo, Euge

sábado, 14 de mayo de 2011

ESTAMBUL, UNA PUERTA A ASIA. ESTAMBUL, UNA PUERTA A EUROPA. Crónicas de la Perla Bizantina.


Articulo escrito para la revista "La Mitad"... recomiendo profundamente que la compren.... no porque le hayan dado un espacio a este viajero (que lo agradezco de corazon), sino que creo que vale la pena su contenido y hace que Suarez sea una ciudad un poquito mas grande.
Saludos.

P.d: Estoy vivo en Tailandia entre Bangkok y algunas islas paradisiacas, entre pingpong shows y clases de buceo.No hya tiempo para escribir a la familia y amigos por ahora. Perdon.

Sin mas chachara... El articulo:

ESTAMBUL,  UNA PUERTA A ASIA. ESTAMBUL, UNA PUERTA A EUROPA.
Crónicas de la Perla Bizantina.

Mochila al hombro por un tiempo, recorriendo Europa y algo más; descubro Estambul. Me pierdo en sus calles, charlo con la gente, regateo el precio de un Kebab, fumo una Shisha con otros viajeros y trato de absorber ¿al máximo Su particular cultura. 

La ciudad está justo sobre el estrecho de Bósforo, en la actual Turquía. Tan estratégica ubicación fue su bendición y su condena. Codiciada por los grandes imperios; sitiada, tomada y recuperada en varias ocasiones; mutó a lo largo de la historia. Fue llamada Bizancio por los Griegos y Constantinopla por los Romanos, para luego adquirir su actual nombre con el nacimiento de la moderna República de Turquía, impulsada por Mustafa Kemal Atatürk.

Parte en Europa, parte en Asia, estrecho de por medio; Estambul es una amalgama de razas, estilos arquitectónicos e idiosincrasias.

Cinco horas desde Londres, llego por la mañana al aeropuerto de Sabiha Gökçen a unos 50 kilómetros de la ciudad. Volar a los aeropuertos alternativos, alejados de las grandes ciudades, es más económico pero tiene el inconveniente de tener que transportarte luego hasta el centro. En Estambul resulta particularmente complejo; en primer lugar porque la ciudad tiene poco más de 14 millones de habitantes, siendo la más poblada de Turquía; y en segundo lugar, porque este cronista descubre que no muchos de estos 14 millones hablan inglés o español. 

Hablando en el idioma universal, el del dinero, logro subirme a un colectivo que aparentemente me lleva hasta Sultanahmet, barrio en el corazón de la Estambul oriental, sede de algunos de los monumentos más icónicos de la ciudad. Sentado contra una ventana, miro hacia afuera cada segundo del viaje y tengo una primera aproximación del lugar; cruzo el estrecho por uno de los dos grandes puentes que la unen; veo a la gente caminar por la calle, en su mayoría hombres; a los vendedores de castañas asadas y a los restaurantes con asadores de Kebabs a la calle.

El primer objetivo una vez llegado a un nuevo destino, siempre es dar con un hostel, albergue, hotel o algo similar que incluya un espacio donde dormir, una ducha y un lugar donde dejar  las cosas que uno acarrea durante el viaje. Así que aquí me encuentro, vagando con por las calles con mi mochila, mapa en mano, tratando de dar con, en esta ocasión, un hostel. No pasa mucho tiempo hasta que de la nada aparece un amistoso turco, no solo dispuesto a indicarme la dirección sino a acompañarme hasta el lugar. Cinco minutos después no me encontraba en el hostel sino en una agencia de viajes escuchando ofertas sin ninguna intención de estar allí.

Estimado lector, posible viajero o turista, mantenga sus ojos abiertos. En estos tiempos en los que los buenos samaritanos no abundan, es probable que cualquier ayuda brindada no sea desinteresada. Terminar en una agencia de viajes cuando lo que se está buscando es un Hostel de todas maneras no fue tan malo. Me serviría para darme cuenta lo sobrevaluadas que pueden estar las distintas atracciones de la ciudad si uno pretende que otros le organicen toda la estadía.

Fuera de la agencia, hospedaje resuelto y nuevamente en la calle, llega el momento de descubrir mi propia Estambul. Y la llamo así porque creo que de acuerdo a los intereses y gustos de cada uno, un destino puede resultar de una u otra forma, siempre de acuerdo a las características del visitante. No existen lugares más atractivos que otros, sino simplemente increíbles, buenas y no tan buenas estadías.

He aquí mi Estambul:
Pese a su condición de Megalópolis, la mayoría de las visitas obligadas de Estambul se encuentran en el mencionado barrio de Sultanahmet, pudiéndose recorrer a pie sin demandar demasiado tiempo ni esfuerzo. Sin duda en este recorrido se destaca Hagia Sophia; en sus comienzos Basílica, luego Mezquita y hoy en día museo. Es llamativo cómo algunos monumentos construidos por el hombre resisten el paso del tiempo, las guerras religiosas y otras disputas de poder. Es el caso de esta Basílica, demasiado hermosa para ser destruida. 

Los conquistadores turcos,  que dieron por finalizado el imperio Romano de oriente en el año 1453 con la toma de Estambul (llamada en aquellos años Constantinopla), decidieron  transformar la Basílica en Mezquita. Quitaron casi todas las imágenes e iconos cristianos del edificio, lo adornaron con inscripciones del Corán y construyeron cuatro minaretes (grandes torres) apuntando a cada uno de los puntos cardinales. Aun así, hoy en día se pueden ver fragmentos de lo que antes fueron hermosos murales con la imagen de  Cristo, Justiniano, Constantino y La Virgen María. Observar como en un mismo templo, conviven iconos de las dos religiones es una experiencia digna de ser presenciada y analizada.

Milenio y medio después de su construcción, y tras un periodo de restauración de 17 años, Hagia Sophia conserva toda su magnificencia; enormes domos sostenidos por pilares y columnas le dan forma a esta maravilla arquitectónica. Caminar por dentro y mirar hacia la cúpula central te hace sentir ínfimo, observar los rayos de luz que entran por sus ventanas y se reflejan contra las inmensas columnas es todo un espectáculo. Hagia Sophia es un destino en sí misma. 

Justo en frente a Hagia Sophia, a una plaza de distancia, se sitúa la Mezquita Azul, la cual tras la conversión a museo de la primera, pasó a ser la mezquita más grande de Estambul. También es la única que cuenta con 6 minaretes. Fue mandada a construir por el Sultán Ahmed I, entre los años 1603 a 1617. De menor tamaño que Hagia Sophia, pero no por eso menos imponente, esta mezquita recibe a los fieles, quienes van a cumplir con las cinco oraciones diarias que ordena el Corán. No es común que se permita entrar en las mezquitas a personas ajenas al culto musulmán. Estambul es uno de los pocos lugares donde esto solo sucede durante los horarios de oración, permitiéndose visitarlas el resto del día, por lo que merece la pena ver por dentro estos templos. 

Haber entrado a la Mezquita Azul justo 15 minutos antes del primer rezo del día, y también haber dado con un guardia amistoso, me permitió presenciarlo, tras jurarle que no me movería  ni emitiría sonido. Vi como poco a poco entraban los fieles, todos hombres, al ala central de la Mezquita, se arrodillaban mirando hacia el miḥrāb que indica la dirección a la meca y comenzaban a orar en forma de cánticos. Me sentí privilegiado de poder estar presente allí en ese momento.

La Mezquita Azul, también llamada Mezquita del Sultán Ahmed, resalta entre sus pares por su tamaño, belleza exterior y sobriedad interior. Un sinnúmero de azulejos en distintos tonos de azul adornan sus paredes, dinteles y columnas, dándole el nombre y una belleza que la hace única. 

En los minaretes de cada mezquita se sitúan amplificadores que emiten los rezos a las horas establecidas. El ambiente de la ciudad se impregna de un misticismo muy particular. No entender las palabras de los cánticos no es un obstáculo para poder disfrutar de ellos desde alguna de las numerosas terrazas de hostels u hoteles. No se prolongan por mucho tiempo, pero durante los minutos que duran los cánticos es buena idea detenerse, sentarse y dejarse llevar por el sonido y la vista. 

Camino diez minutos desde la mezquita azul, internándome más en el centro histórico de la ciudad, y llego al Gran Bazar. Es el mercado bajo techo más grande de Estambul y probablemente uno de los más grandes del mundo. Miro un negocio de alfombras, regateo el precio de una sin intención de comprarla, solo para vivir la experiencia. El vendedor me ofrece te turco en un vasito de vidrio y negociamos un buen rato. Camino unos metros, giro en una esquina, me detengo a mirar un negocio de lámparas y otro contiguo que vende antigüedades. Unos metros más, otra esquina; pipas hechas con huesos, juegos de ajedrez que son verdaderas obras de arte, Narguiles, géneros de todos los colores… me pierdo observando todo y después de un rato también estoy literalmente perdido.  El tamaño del Gran Bazar no se puede percibir ni bien uno entra, pero si te dejas llevar y te vas internando cada vez más en el corazón del mercado, dentro de sus decenas de corredores simétricos, no tardas mucho en desorientarte. Un lugar para vagar por horas, incluso sin presupuesto. 

Eventualmente doy con una de sus mas de veinte puertas y salgo al mundo exterior… perdí la noción del tiempo.

Otro lugar que puede hacernos perder la noción del tiempo durante la estadía en Estambul es el Hammam, más conocido como baño turco. Una sucesión de cuartos húmedos con distintas temperaturas, un masaje con exfoliación de piel incluida y un baño en agua cálida es el perfecto final para un día de interminables caminatas. No es conveniente planear nada luego del Hammam, ya que es probable que el cuerpo esté demasiado relajado como para exigirle algo más.

En armonía con la religión musulmana, los Hammams cuentan con instalaciones separadas para hombres y mujeres, y quienes propinan los masajes corresponden al género de cada cuarto, masajistas hombres para el ala de los hombres; masajistas mujeres para el ala de mujeres. 

 El precio de los baños turcos oscila de acuerdo a la duración del turno y  la distinción y antigüedad del lugar. Es conveniente desembolsar algunas liras más e ir a un Hammam antiguo. De esta manera no solo se vivirá la experiencia del Baño sino que también se podrá apreciar la arquitectura del lugar. Algunos de los Hammams de Estambul son casi tan antiguos como la ciudad misma.

Otra actividad que no se pude dejar de hacer  es recorrer el Bósforo en un Bote e ir deteniéndose en los pequeños puertos que hay de cada de lado del Estrecho. Es sin duda una de las atracciones más recomendables en Estambul.

El Bósforo tiene una longitud aproximada de 32 kilómetros y conecta el Mar de Mármara con el Mar Negro, además de separar la parte europea de la parte asiática. Navegándolo se puede tener un punto de vista distinto ya que la Ciudad desde el agua muestra otro perfil. Durante el recorrido se divisan a lo largo de ambas costas numerosos monumentos y palacios (tales como los de Bylerbeyi, Ciragan y Dolmabahçe), se cruza por debajo de los puentes intercontinentales y, tras una hora y media, se llega a la Fortaleza Rumeli, yacimiento arqueológico del periodo Romano.
La Fortaleza esta circundada por un pequeño pueblo portuario con restaurantes con vista al Estrecho. Lo llamativo de éste y los demás pueblos portuarios del recorrido es que han podido extender sus construcciones hasta el margen mismo del agua (algunas casas cuentan con un amarre propio). Esto se debe a la falta de mareas que tienen los mares internos del continente Europeo donde el agua tiene muy pequeñas variaciones de nivel durante todo el día.
De todos los horarios que existen para hacer este recorrido, lo mejor es tomar uno por la tarde, para así al regreso disfrutar del atardecer desde la embarcación… toda una postal.
Llega el final de la estadía… armo mi mochila, coso el parche de Turquía a mi Bandera y me despido de nuevos Amigos con la promesa de volver a vernos… Mi Estambul fue exótico, todo lo que esperaba y mucho más. Conocí una nueva cultura y cambie un poco la mía, probé comidas nuevas y descubrí monumentos históricos. Pero más que nada descubrí un poco más cómo viajar.
El tren sale por las vías principales y mientras la ciudad se va fundiendo en el mar, no puedo evitar sentir un poco de nostalgia. Me consuelo pensando que en unas horas estaré en un nuevo destino que puede que sea tan increíble como el que estoy dejando.
Intento dormir un rato… mejor estar preparado.-


Notas de color para el articulo:
Shishas: En Estambul fumar cigarrillos esta prohíbo en la mayoría de los lugares cerrados. Es curioso pero no sucede de igual forma con el Narguile o también llamado Shisha (se lee yiya), forma de fumar tabaco muy propia de la cultura turca. El ritual consiste en encender una gran pipa de agua colocada en una pequeña mesa en torno a la cual se sientan sobre almohadones  todos los que se disponen a fumar. Esta pipa tiene adosada una manguera de aproximadamente un metro con una boquilla al final. La Shisha permanece en el centro mientras que la boquilla se pasa entre los presentes quienes fuman por turnos para luego hacerla girar. Es muy común utilizar tabacos suaves, saborizados con miel y cítricos u otras frutas. Este tabaco dota de un aroma intenso a la habitación donde es encendida la Shisha, creando un ambiente muy particular.
La Shisa es una excelente excusa para reunirse, tomar Té turco o distintos alcoholes y conversar.

Regateo: La cultura turca tiene muy arraigada la costumbre del regateo. Salvo casos especiales, casi todas las cosas que se ven en la calle no tienen un precio establecido. Incluso los negocios evitan etiquetar sus productos en vidriera. El regateo se ve potenciando en Estambul por ser esta ciudad un importante destino turístico. Podes regatear una alfombra por horas, pagar un 20 por ciento del precio original y aun así, irte sin saber si hiciste un buen negocio.
Depende el punto de vista desde donde se lo mire, el regateo puede ser una actividad exasperante y agotadora o sumamente divertida. En cierta ocasión salí a comer con otros viajeros, unas diez personas de todas partes del mundo circunstancialmente reunidas en la ciudad. Los restaurantes en Estambul tienen un encargado de patrullar la vereda con el objetivo de conseguir clientela, Imaginará el lector que diez comensales resultan más que atractivos para estos encargados que generalmente cobran un porcentaje de la gente que logran llevar al restaurante. 

A instantes de haber salido ya éramos acosados no por uno sino dos de estos cazadores de comensales, cada uno de restaurantes enfrentados calle de por medio. 5 de un lado, 5 del otro, el grupo negociaba la comida, el postre y las shishas y gritaba al otro lado de la calle las ofertas que iban consiguiendo. Naturalmente esto desesperaba a los oferentes, quienes se esforzaban cada vez más por conseguir la mesa de 10. Al final obtuvimos un descuento importante sobre la carta, cafés, tés  y Shishas gratis. En esta ocasión sí nos fuimos con la sensación de haber hecho un buen trato.




P.D.: En la revista hay fotos!