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jueves, 30 de junio de 2011

DE SIGNIFICANTES Y SIGNIFICADOS.


 Para Gomez que me enseño 
la diferencia entre significante y significado


Dicen que “hablando la gente se entiende”. Este, como tantos otros dichos, no es enteramente cierto o al menos no en todos los escenarios posibles. Es precisamente el caso de Vietnam donde pasado un mes, me di cuenta que existe una comunicación mucho mas básica que el lenguaje hablado, sobre todo cuando se trata de satisfacer necesidades tan básicas como comer, dormir o relajar la vejiga. Me refiero al lenguaje de señas, más universal que el inglés y el cual requiere de una creatividad directamente proporcional con lo complejo de la idea que se quiera transmitir. Es además en extremo más divertido. Algunas situaciones que me llevaron a utilizar este lenguaje… 

Detengo la moto en el medio de las montañas de Vietnam, bajo la pata y salgo corriendo al local:

_ Hello… the toilet please?
_ win chin thi culin (vietnamita)

Imposible mediante palabras. Cuando apremia, apremia… junto las manos a la altura de la bragueta, inclino la cadera un poco para adelante y hago un sonido  que escrito sería algo así como “pshhhh”. El dueño del local señala la puerta, yo meo y todo el restaurante también se mea… de risa.

En una de los parajes, también en medio de las montañas, después de media hora de girar por el pueblo  buscando un hotel, damos con uno. No paramos en frente al mostrador y hacemos la seña con los dedos cual amasando un moco (frotar índice y pulgar). Del otro lado del mostrador entienden el mensaje y escriben sobre una hoja el valor de la habitación. 

Al entrar al cuarto me doy cuenta que se trata de unos esos hoteles en los que se paga por fracciones de tiempo más reducidas que una noche entera. Mi perspicacia se vio ayudada por el disyuntor de luz roja en la pared y la pintura de una china en bolas sobre los mosaicos del baño. El aire acondicionado y el tele andaban perfecto y estábamos muy cansados como para salir a buscar otra cosa así que desensillamos ahí nomas.

Pasada media hora, golpean la puerta. Abrimos y un tipo que nos empieza a hablar en vietnamita. Obviamente no le entendemos nada por lo que a los minutos de intentar hacerse entender por medios civilizados, el chinito hace también uso de su dedo índice y pulgar… forma con ellos un círculo y con el índice de la otra mano lo introduce repetidas veces en el círculo antes mencionado. Nuevamente  las señas superan las barreras idiomáticas. Parece ser que los servicios del hotel iban “mas allá”… ahora nos tocaba reírnos a nosotros…

En los restaurantes, ya cansado de mocharnos, levantamos la mano, señalamos a la cocina y nos llevan amablemente a mostrarnos lo que tienen. En esta ocasión le toca ir a mi compañero de ruta…

_ Che Jesús que pediste?
_ Lo de siempre, Ga, Com, lon y rau… y unas verguitas(1) que no había visto nunca pero que tienen pinta. (Pollo, arroz, cerdo y verduras, respectivamente).
_ OK…

Así es como uno se entiende uno, señalando y sin hablar. 

La moto en viaje tiene una particularidad. Uno está con uno mismo durante mucho tiempo… mucho. Naturalmente no está la posibilidad siquiera de prender un stereo por lo que son incontable horas de los pensamientos más variados (juntamente con El embriague, freno acelerador y cambios, esquivar bueyes, otras motos y bicicletas). Uno de estos pensamientos, que no tiene nada que ver con el tópico de este post pero que quiero pasar en limpio de todas maneras, es el siguiente. Me di cuenta que la magia de viajar en moto radica en que mientras vas viajando todos tus sentidos estas completamente involucrados con el camino. Si uno lo piensa, manejando un auto no se hace más que VER lo que a uno le pasa por en frente mientras va andando. En moto no solo ves sino que también sentís, oles, oís y en algunos casos degustas el camino (comerse algún que otro insecto es cosa de todos los días). Además de ver los paisajes más increíbles; oí las cascadas y el soplo del viento; sentí la vibración de la Minsk (2) de acuerdo a la geografía del camino; olí como los granjeros quemaban la paja resultante de la cosecha de arroz, me empapé hasta la medula con la lluvia de casi todos los días y la piel de mi cara y mis manos perdió algo de sensibilidad (espero sea solo temporalmente). En definitiva en auto te estás perdiendo 4 de los 5 sentidos, en otras palabras un 80% del viaje… es cuanto menos curioso. No estoy proponiendo que se erradiquen todos los autos del planeta, pero al menos es para pensárselo un rato.  

Me fui por las ramas (una vez más), vuelvo al tema del día. En ruta, meditando sobre estas cuestiones idiomáticas, me acordé de una charla que tuve con a quien dedico este post. Hablábamos sobre significantes y significados, sobre cómo se construye el lenguaje y como limita nuestra manera de pensar. En estas charlas aprendí que “significante” es la convención social para apuntar a un significado. En un ejemplo; “perro” es el significante para la imagen mental que se crea en nuestra cabeza de un animal de cuatro patas que ladra. Le seguí dando vueltas al asunto y pensé en la manera en la que le enseñamos a un niño a hablar. Siguiendo con el ejemplo anterior, es muy probable que el niño aprenda de la siguiente manera; un perro pasará por ahí, la madre se dará cuenta de que éste capta la atención del niño entonces lo mirará, señalará al perro y dirá “Babau, Babau”, entonces el niño la próxima vez que vea un perro dirá “babau babau”. El niño no posee la capacidad de abstracción (ni el lenguaje suficiente) para explicárselo de otra manera. 

Ahora bien si se me permite Señora mamá… no sea tan infeliz; si un perro pasa por ahí y capta la atención de su hijo, señálelo y diga “perro, perro” y si quiere llamarlo de otra manera pruebe con “dog” o “cane” y ahí también le estará enseñandoa su hijo inglés o italiano. El niño tiene la misma capacidad para decir babau que perro, ¿para qué se molesta en enseñarle un pseudo idioma que no le sirve de mierda al pobre nene?. Lo mismo aplica para “tutu” “pipi” “popo” “mema” y todos esos significantes inútiles.

Algún día su hijo o hija será lo suficientemente grande como para cobrar venganza, se acercará por detrás justo en el momento en el que usted está viendo la factura del celular o haciendo la lista del supermercado y le dirá…

_ Mamá, mamá… Que es la libertad?

Usted pensará “Desgraciado ¿por qué no me habrá preguntado de donde vienen los bebes?” sabiendo que no tiene ninguna “libertad” cerca para señalar y decir “libertad libertad”.

Si usted ve el mundo de alguna manera similar a como lo ve este viajero, lo mirará al nene, le dirá “Vení”, lo sentara en frente a la computadora y pondrá PLAY al siguiente video…




Algunas imagenes:


 






1.- Cita textual.-
2.- Motocicleta bielorrusa de la postguerra.-



lunes, 13 de junio de 2011

TAILANDIA 23 DÍAS DESPUÉS.


N. del V.: Este post fue escrito tres países atrás, no lo publiqué porque no lo tenía terminado y porque no cumplía las expectativas. Aun hoy no creo que las cumpla pero decidí dejar de mandar a la papelera de reciclaje todo lo que no me convence y darle la libertad a quien este del otro lado de decidir si continua la lectura después del primer punto y  aparte. Total entre esto y “Bailando por un sueño”….. en fin.
 
TAILANDIA 23 DÍAS DESPUÉS.

Escribo desde un colectivo que me lleva a Kuala Lumpur, Malasia. Unas 20 horas de viaje si no se da algún contratiempo. Nuevamente solo (Raul y Eugenio, los colegas valencianos, por estos momentos están de camino a Bangkok con la agridulce idea de volver a casa) tengo bastante tiempo ocioso para sacar algunas conclusiones sobre los 23 días en Tailandia. 

El último post da una aproximación de la capital. A riesgo de ser repetitivo, vuelvo a mencionar que Bangkok es algo para ver; no tiene comparación o similitud con cualquier otra ciudad en la que haya estado. Basta mencionar su peculiar cocina (grillos, alacranes y cucarachas biónicas), sus medios de transporte público (tuk-tuks y skytrains), sus desafíos a la fisonomia humana (Lady Boys) y sus formas particulares de entretenimiento (las apuestas están a la orden del día y el pingpong show es sin duda el espectáculo más obsceno y fascinante de Asia). 

Para poner un poco de imparcialidad al post, aclaro que más de una persona a lo largo y ancho de Tailandia me dijo que Bangkok le pareció una ciudad horrible… que se le va a hacer… ya di mi punto de vista respecto a  los juicio de valor estando de viaje. Es cierto que Bangkok no es una ciudad para vivir (al menos no desde una mentalidad occidental) pero es sin duda una ciudad para pasarse unos días y ver que, pese a la globalización, el mundo sigue siendo los suficientemente heterogéneo como para que valga la pena viajar (y a qué niveles!).

Tailandia es a la fecha el país en el que pasé más tiempo (23 días) seguido por Italia y España con 21 y 17 días respectivamente.  Ahora que me estoy yendo, medito sobre las razones de la estadía extendida. 

En primer lugar, y de esto no tengo duda, haber conocido a Eugenio y Raúl hizo del viaje algo inmensamente más  interesante, instructivo y divertido. No podría imaginar ahora estos 23 días sin su compañía. No recuerdo si en alguna parte del blog escribí mis conclusiones sobre el hecho de viajar solo. En resumidas cuentas pienso que viajar solo te da libertades infinitas, te da un golpe de horno y te tira algún dato sobre vos mismo y de tus capacidades. Haber viajado con los colegas valencianos, fue igual de bueno. Hoy a la mañana me despedí con un abrazo y caminé al puerto sintiendo un poco de nostalgia. 

En segundo lugar esta Tailandia, a la cual 23 días no le hacen justicia por lo que planeo prestarle un poco mas de atención antes de volar de nuevo a Londres (dicen que viajar sobre lomo de un elefante durante una semana por la jungla cerca de la ex Birmania es algo digno de hacerse).

Ahora, si todavía tengo la atención de alguien, relato algunas anécdotas de los 23 días. Son el resultado de islas, sol, alcohol y la sociedad de dos valencianos, un argentino y las mismas ganas de viajar. 

Unos cinco días en Bangkok, Carlos que se vuelve a España y el resto del grupo que tiene en miras Koh Phagnan, half moon, full moon y todas las otras lunas. Sacamos por 500 Baths (unos 12 Euros) un ticket de 14 horas hasta la mencionada isla. Incluye 10 horas de colectivo y 4 de ferry. El viaje es muy aburrido no voy a mencionar detalle.

14 horas después, llegamos a la vendita isla. Razón; la Half Moon Party, hermana de la Full Moon (que más adelante mencionaré) pero esta tiene lugar en el medio de la jungla y 14 días antes.

Cuestión que aquí estamos, “de chanclas y bañador” o “de ojotas y traje de baño” dependiendo el integrante del grupo, paseándonos por la isla y esperando la noche. Tardecita, perdimos la cuenta de los cubatas, levantamos la mano al costado del camino y nos subimos sobre un taxi. Si, SOBRE un taxi. Era una camioneta con una especie de cúpula y siendo que tenia la caja completa y nosotros no queríamos esperar, nos acomodamos a nuestras anchas en el techo. Salvo algunos ramazos de las plantas linderas al camino, el viaje no fue más que risas; nuestras y del resto de la gente que peregrinaba a la jungla y nos miraba sorprendida.

Llegamos al final del camino y la entrada a la jungla, caminamos 200 metros entre las plantas hasta dar con la Fiesta. Nunca me ofrecieron tantas drogas como en estos doscientos metros. Los tipos de queruza desde los autos al costado del camino te hacían un gestito de “dedos apiñados a la boca” onda “me la morfo” pero en este caso lo que se morfaban eran Tic-tacs de todos los colores. Ya bastante fiesta era la fiesta para mandarle aditivos (mas que el buen cubata)… pasamos amablemente a los ofrecimientos y nos metimos en el quilombo. Imagínense la fiesta como mas les guste, nunca van a estar cerca de tener una aproximación de la locura que había ahí. Supongo que un poco por la ayuda de los amigos de la entrada y otro poco por la cortina de jungla que nos flanqueaba, los tailandeses que hacían malabares con palos prendidos fuego, los bodypaintings, la música electrónica y los lásers desde las palmeras. Ahora que lo pienso solo faltaban las cámaras de “Wild on”…. La banda volvió separada.

Próximo destino, Koh Tao. Una isla mucho menos quilombera, más pequeña, más tranquila y con una atracción principal. Es el lugar en el mundo para aprender a hacer buceo. Decenas de hoteles con cursos incluidos, o mejor dicho cursos de buceo con alojamiento incluido. Por un módica suma y tras un curso de 4 días, me convierto en buceador certificado PADI… otro papelito mas para llevarme a casa. Después de un primer día de ejercicios en una pileta, algunas horas de teoría, videos y evaluaciones, nos sumergimos a 18 metros. Vi tiburones, tortugas y millones de peces de distintos colores, nade entre los corales con el agua a unos 30 grados y una visibilidad de más de 25 metros… indescriptible.

Koh tao también tuvo sus fiestas, sus chicas, sus charlas con locales y unos “tanos” muy divertidos.

Después de 5 días volvimos a Koh Phagnan, ahora sí para la full moon party. Esta es igual de loca pero en vez de ser en el medio de la Selva es en una playa de más o menos un kilometro de largo. La banda se puso ciega, con Raul saltamos a una cuerda prendida fuego (y al mismo tiempo nos dimos cuenta por qué había tanta gente por la isla con las piernas y el torso vendado), me robaron la billetera y la banda nuevamente volvió separada al hostel. Temo que después de estas dos fiestas el resto de la juerga que me depara tenga gusto insípido.

Próximo destino, Railay, una península en el sudoeste del país a la cual solo se puede acceder por bote por lo que a los fines prácticos es lo mismo que una isla. Este lugar es famoso por tener las mejores paredes para hacer rapel. Unos días un poco más tranquilos (solo un poco), playa, arroz cubatas y sol.

El último destino es la famosa Koh Phi Phi un archipiélago de 3 islas en la cual se filmo la peli “la playa”. Otra excursión de buceo, más fiestas, unas canadienses, un bar que se llamaba “Stone” al costado de la playa donde literalmente los mozos facilitaban todo lo necesario para que los asistentes se pongan Stone.

En fin… el relato, como mencioné al principio, no le hace justicia a Tailandia, pero al menos la familia y los amigos se pueden hacer una idea de la estadía en ese país. 

Prometo para la proxima ponerle un poco mas de gracia.
Saludos

jueves, 9 de junio de 2011

Ratatouille



Tomado en un mercado en el medio del Mekong delta, la señora despues de reventarlas las metio en una bolsa y las peso

domingo, 5 de junio de 2011

En la ciudad de los Leones

Después de casi un mes en Tailandia, un corto paso por Malasia (más específicamente 3 días en Kuala Lumpur) y tras una noche de colectivo, llegué a Singapur. La gracia de esta Isla-ciudad es que es en sí misma todo un Estado, separada de Malasia apenas por un estrecho y unida por algunos puentes y ferrys. De acuerdo a lo que sabía (o suponía) de Singapur, esperaba ver otra cara del sudeste Asiático. Recién ahora puedo darme cuenta  del alcance de esa suposición, donde más que la otra cara de la moneda, sería la otra cara de la tarjeta de crédito. 

Hace algún tiempo, refiriéndome a Venecia, le dije a un amigo que era como una escenografía gigante de una obra de fantasía…. Bueno, si Venecia es una escenografía gigante, Singapur es un Shopping a escala planetaria.  

Acá va…

Desde hace un tiempo decidí no reservar más los hostels de antemano así que estoy, a las cinco de la mañana, paradito con la bollita y la otra, en una estación de servicio. Cajero automático a la vista, meto el plástico, digito el código y se produce la magia. La situación mejora un poco; ahora sigo en mitad de la noche sin saber para donde ir pero con algo de plata local en la billetera. 

Por experiencias anteriores, los taxis resultan relativamente baratos en Asia (al menos en los dos países anteriores). También por experiencias anteriores, la palabra mágica para conseguir alojamiento barato por estos lados del globo es “CHINATOWN”. Tiras esa y automáticamente estas en un barrio “pintoresco” con algún hostel a la vista. En Kuala Lumpur, en una escena similar a la que acá relato, me acompañaron todo el camino hasta el hostel unas amistosas ratas a las que creo ningún gato les haría frente.-

Yo _ Hi. How much to chinatown?
Taxista_ 15 dólares.
_ Nahh, ponerme el taxímetro.
_ Nah nah que te estoy haciendo precio.
_ Precio las bolas, ponerme el taxímetro.

Toda la charla se dio en ingles, pero salvo el idioma, el resto era como sentirse en casa en Buenos Aires; tachero garca y recién llegado.

Bollita en el baúl, taxímetro encendido, rumbeamos para el barrio chino. El tachero me juna  y me dice que el barrio chino está lleno de alojamientos económicos. El resto del camino me quedo pensando que quizás ya tenga “demasiada” pinta de viajero… por ahí las ojotas que hace mes que no me saco, o los pantalones “Bali” que están causando sensación por estos parajes. 

Efectivamente el viaje me cuesta unos 7 dólares de Singapur (unos 5 dólares americanos), menos de la mitad.
Bar abierto a la vista, entro, tiro la mochila, pido un café y prendo la netbook. En contra del sentido común, a medida que avanzo en el viaje llevo cada vez menos peso a cuestas. Renuncié a cargar con la Lonelyplanet en papel para pasar a una versión digitalizada. Cada vez que necesito revisarla me tengo que sentar y prender la netbook pero es un precio que pago gustoso solo por el hecho de andar con medio kilo menos sobre los hombros.

Mi primera impresión se confirma, Singapur no es “Mochilero firendly”… El hostel más económico ronda los 20 dólares locales (unos 16 americanos), sigue siendo mucho más barato que lo que pagué en Europa, pero más del doble de lo que vengo pagando en Asia. La guía afirma que si queres tener una verdadera aproximación de cómo vive el 80% de la población de Singapur, tenes que ir a este lugar (si esto no es un eufemismo que alguien me diga cómo definir esa palabra). Luego me daría cuenta que la ciudad está diseñada para el 20% restante.

Ok para no dilatarla más, a una hora razonable camino para el hostel, en el 3 piso de un monoblock gigante… limpio, tiene una cama y una ducha, las tres cosas que se necesitan para cumplir todas mis expectativas. Check in, dejo la bollita por ahí  (todavía no tengo cama porque la gente que se va ese día sigue durmiendo) y salgo a caminar
.
Estos cuatro días que voy a relatar son de máxima opulencia, boutiques (que palabra apropiada para este caso), calles impolutas, hoteles 5 estrellas y shoppings cada 200 metros. Claro, todo esto visto desde el ángulo de un par de ojotas, unos pantalones Balis y unos cigarros armados.

Algo que si es barato en Singapur son estos colectivitos especialmente diseñados para llevarte a  todos los lugares de la ciudad que el turista promedio gusta de ver.  Como no creo que haya a la vista esos lugares que yo gusto de ver, lo compro. Al rato estoy en el segundo piso del autobús girando por la ciudad cámara en mano. No me lleva mucho tiempo darme cuenta que mas allá de algunas paradas con identidad propia (El jardín botánico, el barrio “Little india” y el ya mencionado Chinatown) el resto consiste en shoppings, hoteles y mas shoppings.

Se está haciendo largo y me estoy aburriendo, lo voy a poner en perspectiva con una anécdota… en uno de estos giros por la ciudad, entro en un shopping… Todas las marcas más exclusivas del planeta estaban ahí, todas… una al lado de la otra. Camino un poco y aparentemente entro en la sección de joyerías porque empiezo a leer todos estos carteles con apellidos judíos. Si había alguna remota intención de comprar algo en Singapur, se esfumó en ese mismo instante. Me acerco a una vidriera donde hay un collar de diamantes que me llama especialmente la atención (casi me deja ciego de lo que brillaba). Para mi sorpresa, tenía el precio impúdicamente escrito abajo ($25000000). Lo pongo sin puntos para que cuenten como  unos boludos todos los ceritos… los contaron?.... si, son 6…. 25 millones de dólares americanos. Me espantó  tanto que no me dio ni para sacarle una foto. Ver esa cifra me hizo imaginar una escena en la que yo gatillaba la cámara y automáticamente caía un grupo comando  desde el cielo cada uno  con una AK 47 y mascara de visión nocturna, para gatillarme a mi (estoy leyendo muchas novelas de conspiraciones, sepan disculpar).  Se reirán, pero ver un collar de 25 millones de dólares impone algo de respeto (y algo de asco también). 

Releo lo que escribí hasta acá y me deja la sensación de que no refleja bien mi estadía en Singapur. Que no se malinterprete, Singapur es una ciudad fascinante; increíblemente moderna, limpia a extremos inconcebibles para este sudaca. Singapur redefine el concepto del urbanismo bien pensado. Es un placer solo caminar por la calle y ver la ausencia de la más mínima imperfección. Te da vergüenza hasta tirarte un pedo en la vía pública por miedo a que de alguna extraña manera esto ensucie la ciudad.

Entonces si, vale la pena darse una vuelta por esta joya asiática. Quizás la disfrute más alguien que disponga de una semana, 30mil dólares y tenga la intención de abandonarse a un frenesí de compras compulsivas y algo más de compras compulsivas. Aun asi este viajero pudo ver su otro encanto.

Adjunto unas fotos para q vean de lo q hablo.

Saludos!

Imagen panormamica de Marina Bay


El jardin botanico

Algo de la cosa

Otra vista nocturna