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domingo, 5 de junio de 2011

En la ciudad de los Leones

Después de casi un mes en Tailandia, un corto paso por Malasia (más específicamente 3 días en Kuala Lumpur) y tras una noche de colectivo, llegué a Singapur. La gracia de esta Isla-ciudad es que es en sí misma todo un Estado, separada de Malasia apenas por un estrecho y unida por algunos puentes y ferrys. De acuerdo a lo que sabía (o suponía) de Singapur, esperaba ver otra cara del sudeste Asiático. Recién ahora puedo darme cuenta  del alcance de esa suposición, donde más que la otra cara de la moneda, sería la otra cara de la tarjeta de crédito. 

Hace algún tiempo, refiriéndome a Venecia, le dije a un amigo que era como una escenografía gigante de una obra de fantasía…. Bueno, si Venecia es una escenografía gigante, Singapur es un Shopping a escala planetaria.  

Acá va…

Desde hace un tiempo decidí no reservar más los hostels de antemano así que estoy, a las cinco de la mañana, paradito con la bollita y la otra, en una estación de servicio. Cajero automático a la vista, meto el plástico, digito el código y se produce la magia. La situación mejora un poco; ahora sigo en mitad de la noche sin saber para donde ir pero con algo de plata local en la billetera. 

Por experiencias anteriores, los taxis resultan relativamente baratos en Asia (al menos en los dos países anteriores). También por experiencias anteriores, la palabra mágica para conseguir alojamiento barato por estos lados del globo es “CHINATOWN”. Tiras esa y automáticamente estas en un barrio “pintoresco” con algún hostel a la vista. En Kuala Lumpur, en una escena similar a la que acá relato, me acompañaron todo el camino hasta el hostel unas amistosas ratas a las que creo ningún gato les haría frente.-

Yo _ Hi. How much to chinatown?
Taxista_ 15 dólares.
_ Nahh, ponerme el taxímetro.
_ Nah nah que te estoy haciendo precio.
_ Precio las bolas, ponerme el taxímetro.

Toda la charla se dio en ingles, pero salvo el idioma, el resto era como sentirse en casa en Buenos Aires; tachero garca y recién llegado.

Bollita en el baúl, taxímetro encendido, rumbeamos para el barrio chino. El tachero me juna  y me dice que el barrio chino está lleno de alojamientos económicos. El resto del camino me quedo pensando que quizás ya tenga “demasiada” pinta de viajero… por ahí las ojotas que hace mes que no me saco, o los pantalones “Bali” que están causando sensación por estos parajes. 

Efectivamente el viaje me cuesta unos 7 dólares de Singapur (unos 5 dólares americanos), menos de la mitad.
Bar abierto a la vista, entro, tiro la mochila, pido un café y prendo la netbook. En contra del sentido común, a medida que avanzo en el viaje llevo cada vez menos peso a cuestas. Renuncié a cargar con la Lonelyplanet en papel para pasar a una versión digitalizada. Cada vez que necesito revisarla me tengo que sentar y prender la netbook pero es un precio que pago gustoso solo por el hecho de andar con medio kilo menos sobre los hombros.

Mi primera impresión se confirma, Singapur no es “Mochilero firendly”… El hostel más económico ronda los 20 dólares locales (unos 16 americanos), sigue siendo mucho más barato que lo que pagué en Europa, pero más del doble de lo que vengo pagando en Asia. La guía afirma que si queres tener una verdadera aproximación de cómo vive el 80% de la población de Singapur, tenes que ir a este lugar (si esto no es un eufemismo que alguien me diga cómo definir esa palabra). Luego me daría cuenta que la ciudad está diseñada para el 20% restante.

Ok para no dilatarla más, a una hora razonable camino para el hostel, en el 3 piso de un monoblock gigante… limpio, tiene una cama y una ducha, las tres cosas que se necesitan para cumplir todas mis expectativas. Check in, dejo la bollita por ahí  (todavía no tengo cama porque la gente que se va ese día sigue durmiendo) y salgo a caminar
.
Estos cuatro días que voy a relatar son de máxima opulencia, boutiques (que palabra apropiada para este caso), calles impolutas, hoteles 5 estrellas y shoppings cada 200 metros. Claro, todo esto visto desde el ángulo de un par de ojotas, unos pantalones Balis y unos cigarros armados.

Algo que si es barato en Singapur son estos colectivitos especialmente diseñados para llevarte a  todos los lugares de la ciudad que el turista promedio gusta de ver.  Como no creo que haya a la vista esos lugares que yo gusto de ver, lo compro. Al rato estoy en el segundo piso del autobús girando por la ciudad cámara en mano. No me lleva mucho tiempo darme cuenta que mas allá de algunas paradas con identidad propia (El jardín botánico, el barrio “Little india” y el ya mencionado Chinatown) el resto consiste en shoppings, hoteles y mas shoppings.

Se está haciendo largo y me estoy aburriendo, lo voy a poner en perspectiva con una anécdota… en uno de estos giros por la ciudad, entro en un shopping… Todas las marcas más exclusivas del planeta estaban ahí, todas… una al lado de la otra. Camino un poco y aparentemente entro en la sección de joyerías porque empiezo a leer todos estos carteles con apellidos judíos. Si había alguna remota intención de comprar algo en Singapur, se esfumó en ese mismo instante. Me acerco a una vidriera donde hay un collar de diamantes que me llama especialmente la atención (casi me deja ciego de lo que brillaba). Para mi sorpresa, tenía el precio impúdicamente escrito abajo ($25000000). Lo pongo sin puntos para que cuenten como  unos boludos todos los ceritos… los contaron?.... si, son 6…. 25 millones de dólares americanos. Me espantó  tanto que no me dio ni para sacarle una foto. Ver esa cifra me hizo imaginar una escena en la que yo gatillaba la cámara y automáticamente caía un grupo comando  desde el cielo cada uno  con una AK 47 y mascara de visión nocturna, para gatillarme a mi (estoy leyendo muchas novelas de conspiraciones, sepan disculpar).  Se reirán, pero ver un collar de 25 millones de dólares impone algo de respeto (y algo de asco también). 

Releo lo que escribí hasta acá y me deja la sensación de que no refleja bien mi estadía en Singapur. Que no se malinterprete, Singapur es una ciudad fascinante; increíblemente moderna, limpia a extremos inconcebibles para este sudaca. Singapur redefine el concepto del urbanismo bien pensado. Es un placer solo caminar por la calle y ver la ausencia de la más mínima imperfección. Te da vergüenza hasta tirarte un pedo en la vía pública por miedo a que de alguna extraña manera esto ensucie la ciudad.

Entonces si, vale la pena darse una vuelta por esta joya asiática. Quizás la disfrute más alguien que disponga de una semana, 30mil dólares y tenga la intención de abandonarse a un frenesí de compras compulsivas y algo más de compras compulsivas. Aun asi este viajero pudo ver su otro encanto.

Adjunto unas fotos para q vean de lo q hablo.

Saludos!

Imagen panormamica de Marina Bay


El jardin botanico

Algo de la cosa

Otra vista nocturna


4 comentarios:

Anne dijo...

las fotos son de tu nueva cámara?? o googleadas? la última es tremenda!

qué viajecito ehhhh

que onda vietnam? además de no tener FB?

besos

Gastando alpargatas dijo...

Señorita usted es una irrespetuosa... claro que son mias.
Si vieses la primera en tamaño natural...
Vietnam es increible, lluevia, verde, mas lluvia, trincheras de la guerra, rios y deltas... ya habra un post supongo

Anónimo dijo...

Primo! Excelente el blog.
Segui disfrutando y no te olvides de postear, asi viajamos un poco nosotros tb.
Un abrazo
Gastón

Anónimo dijo...

Pués visto lo visto,m qdo con Tailandia,no?Exceso d consumismo en Singapur....
Pero sin duda,lo q más echo de menos en esta nueva aventura,és sin duda a "Thundercat".
Has encontrado a más gente x ahí o como??
1 saludo y viva Chile!!