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viernes, 12 de agosto de 2011

Hacer el Camino de Santiago (Parte II)


SEGUNDA PARTE

08/08/11
En alguna parte sobre las vías entre Brujas y Luxemburgo

…Más días aburridos pasaron, más trabajo insípido y horas cátedra. Luego todo pasó y un día estaba con la mochila al hombro saliendo de uno de los aeropuertos de Londres. Por aquellos tiempos, la excitación de saber que tenía una gran aventura por delante no tenia limites. Supongo que fue toda esa efervescencia de los primeros días como viajero que me hicieron recordar la idea dormida. Me había olvidado del camino, y meses y meses después, volvía a mi cabeza. Pero de nuevo, era solo una idea. Si quería darle forma, había que ajustar algunas cuestiones. En primer lugar, no tenía un calzado ni remotamente apropiado para caminar un promedio de 30 kilómetros por día. Salvation Army Shop, y por solo 10 libras me venden unas zapatillas ya ablandadas (donde “ya ablandadas” es un eufemismo de “usadas”). Irónicamente, después de conseguir las zapatillas, creía que lo único que me faltaba era llegar a la ciudad española de Oviedo y empezar a caminar.

Muchas aventuras pasarían hasta llegar a Oviedo, algunas relatadas en el blog, otras no. Un buen día estoy en un Hotel de la mencionada ciudad con todo listo para comenzar. Mientras bajo las escalares a la recepción me doy cuenta que estoy a punto de hacer la pregunta más estúpida del mundo…

-Eh… Buen día. Una pregunta ¿El camino de Santiago?

La cara del recepcionista me hizo darme cuenta que quizás mi  idea de que “es solo caminar” era un tanto desacertada. Me hace saber que la salida está en dirección sudoeste de la ciudad, y que si presto atención voy a ver las “conchas” que indican el camino (para comodidad del lector y del peregrino, de acá en adelante las llamaremos “vieiras”).

Dicho lo dicho, comienza la peregrinación.

Como para darle solemnidad a la iniciación del viaje, paso por la “Iglesia del Salvador” antes de salir. Acá tengo que hacer el primer parate. Estimo que los lectores de esta historia se sitúan en un rango que va desde “Religiosos Practicantes” hasta “Ateos confesos” pasando también por creyentes de otras religiones. Para no dañar susceptibilidades y condicionar el resto de la lectura a parte del público, obviaré mencionar mis inclinaciones en cuanto a creencias se refiere; solo aclararé que las motivaciones que me llevaron a hacer el camino de Santiago fueron enteramente un desafío personal, desvinculado completamente de cargas religiosas. 

Volviendo al “Salvador”. Media mañana, una hora cualquiera de un día de semana, yo y mis 20 kilos de carga nos dirigimos a la iglesia. Me detengo unos metros antes para contemplarla. Perdido entre ideas de lo que estaba a punto de comenzar, no me doy cuenta de un viejito que empuñando un bastón se me acerca y con todo su acento español me dice:

 _ Quien hace el camino de Santiago y no va al Salvador, sirve al criado y no sirve al Señor. Luego me dedica una sonrisa y, como quien no quiere la cosa, sigue su camino (Que bien podría haber sido el de Santiago).

“Bueno, el camino me va enseñando”, vuelvo a pensar sin entender muy bien que me quiso decir el viejito. Acto seguido, abro las puertas de la iglesia….

_…Y tomó el pan, lo partió y lo pasó entre todos diciendo, tomad y comed todos de él…”

Efectivamente, como para no andarme con pavadas, entré a la iglesia en el momento cúlmine de la misa, o mejor dicho “lo que la misa propiamente es” sin toda la chachara de antes y después. Hacía años que no presenciaba una misa, y acá no puedo mentir, me corrió un poco de frio por la espalda.

Salgo de la iglesia y empiezo a caminar. Después de una hora, las calles de la ciudad dan lugar a un sendero y ya estoy en medio de los campos de Cantabria. Hasta ahora de peregrino solo tengo la intención… me doy cuenta que al menos me hace falta un Bordón que me acompañe en el camino y me aliviane algunos kilos. Podría haber comprado uno de esos que venden en los negocios de Oviedo, con su punta de acero en el extremo inferior y una pequeña calabaza en el superior, pero creo que es mejor idea procurarme uno a lo largo del camino. A fin de cuentas me dispongo a caminar 350 kilómetros entre los bosques y campos del norte de España ¿Cuán difícil puede ser conseguir un palo?

En el primer claro encuentro un montón de ramas cortadas y apiladas. Están un poco verdes pero en una de esas mi bordón por algún designio del destino se seca antes de llegar a Santiago. Elijo uno que tiene un nudo a la altura de mis ojos. Mide demasiado y es imposible cortarlo sin una sierra pero la elección ya estaba hecha y la obstinación vasca siempre es más fuerte. 

Sigo caminando un tiempo arrastrando mi rama, hasta que tras una curva y literalmente en medio de la nada, se aparece una capillita. No tiene más de dos metros cuadrados y en a puerta hay una curiosa cajita de madera la cual no me reprimo en abrir. Dentro hay un sello con una forma de caliz. Por las dudas, sello me diario de viaje.

Al salir de la capilla, en el campo directamente enfrente, veo a un señor entrado en años bajar de su auto y aproximarse a un pequeño galpón de chapa. Me acerco con la esperanza de tomar prestado un serrucho con el cual darle forma a mi Brodon.

_ ¿Como se llama joven?
_ Bautista ¿y usted?
_ Vicente.
_ Encantado.

Don Vicente mira mi rama con intenciones de Bordon y deja escapar una leve risa bienintencionada. 

_ Joven, eso no sirve, esta verde y es muy pesado. Escoja unos de estos. Me invita a pasar al pequeño galpón y me muestra una veintena de Bordones secados y pulidos a la espera de un peregrino. Me dice que escoja dos, y señala uno en particular, a lo que agrega:
_ Este es bueno por si te cruzas con algún perro o jabalí. Con esta bocha maciza de la punta le puedes dar un golpe a cualquier cosa que se te acerque.
_ Vicente, permítame hacerle una pregunta ¿Qué es eso de “Quien va a Santiago y no pasa por el Salvador, sirve al criado y no sirve al Señor”?
_ Ahhhh. Pues resulta que en Santiago se dice que se encuentran los restos del apóstol. Pero hay una vieja historia que dice que en la iglesia del Salvador hay una reliquia que contiene algunas gotas de la sangre de Cristo.

Conversamos durante media hora, yo no tengo apuro y él mucho menos. Desgraciadamente en un momento me doy cuenta que me quedan 25 kilómetros por caminar y ya está entrado el mediodía. Me despido agradeciéndole enormemente y vuelvo al camino. Me alejo deseando llegue el momento en el que me cruce un jabalí para probar mis nuevos bordones…

La estación de Luxemburgo se materializa de la nada en mi cara. Salgo de un pequeño trance y me dispongo a bajar del tren…

La iglesia del Salvador (tomada con la camara vieja)

Una "concha" en forma de mojon

Los dos palos, los 20 kilos, las dos mochilas


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